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el bonefish de agua dulce

Pescando carpas con mosca

Por: Carlos Godoy

 

Bonefish de agua dulce

 

Francisco pasó por mi un poco después de las 7:00 AM pues lo importante era llegar al bordo con el sol lo suficientemente alto para que su luz nos permitiera divisar nuestro objetivo: las famosas carpas.


Durante el trayecto la plática entorno a los temas de pesca, hicieron que el recorrido de la histórica ciudad de Querétaro hasta nuestro destino se me hiciera corto y sumamente rápido, amén de que la divertida plática no me permitió pensar mucho en el tipo de pesca que estaba por conocer.

 

Al arribo al lugar, después de armar las cañas y ponernos las botas, de primera impresión me pareció que estaba por enfrentarme a un reto nuevo e interesante. La vista de aguas bajas y pequeñas playas con mucha hierba no pudo evitar que viniera a mi mente el recuerdo de los añorados flats de agua salada, sueño de quienes vivimos lejos del mar y de los que hemos tenido la oportunidad de vivir ese reto.

 
La única experiencia con la que contaba eran los comentarios leídos en el foro y alguna que otra página en el Internet, así que decidí escuchar atentamente los consejos que Francisco me daba y la forma en que atacaríamos el lugar en busca de las primeras carpas.

 
Caminamos hacia una playa donde Francisco me decía haber logrado muchas capturas, la forma de caminar tratando de hacer el menor ruido posible y el bajo tono de voz en el que Francisco me daba instrucciones, hicieron que confirmara mis pensamientos de que esto era una pesca diferente y a la que erróneamente yo había despreciado durante mucho tiempo.

 

Después de rodear la parte final del bordo, Francisco logró divisar a la primera carpa, esta se encontraba comiendo cerca de unas ramas y con dirección hacía la orilla, sin embargo, yo me enfrente al primer gran problema, tratar de ver la carpa que Francisco veía perfectamente y yo con mi poca experiencia en el tema, no lograba identificar. El agua no ayudaba mucho pues las recientes lluvias hacían que esta estuviera turbia y quizá no permitía una visión superior a los 15 centímetros por debajo de la superficie.

 
La carpa empezó a moverse lentamente y eso hizo que por fin pudiera verla, hice mi primer lanzamiento el cual por supuesto fue bastante malo, Francisco me dio instrucciones nuevamente e hice un segundo lanzamiento; la mosca cayo por detrás de la carpa y esta cambió de dirección y comenzó a abandonar el bajo por lo que prácticamente la perdí de vista.

 

¡Lánzale tu Pancho! yo ya no la veo. Francisco la seguía viendo y a los pocos segundos de que la mosca de Francisco estaba en el agua, se dejó escuchar el ruido que rompía el silencio que habíamos mantenido y que venia de un pez que peleaba por soltarse del anzuelo.

 

¡Bien por ti Pancho! fue lo que se vino a mi mente, ¡mal por mi que no supiste aprovechar esta oportunidad! Nuevamente regresaban a mi mente muchas de las experiencias que he tenido pescando en el mar donde muchas veces, las oportunidades son pocas y si las desperdicias, estas se pueden se convertir en las únicas de todo el viaje. Ya Francisco me había advertido que la mejor época para perseguir a las carpas en ese lugar es Primavera-Verano y no Otoño-Invierno así que en esos momentos tenía en mente que quizá había desperdiciado un buen chance de lograr mi primera carpa.


La carpa, doblaba fuertemente la caña Sage número 6 de Francisco y su expresión al estar peleándola no me dejaba duda de que eran un fuerte adversario. Esa curva que mostraba su caña, solo la había visto con las truchas grandes y con especies que solo se encuentran en el mar.

 
La carpa corría a refugiarse hacía las hierbas y Francisco ponía toda la presión posible que su líder permitía para evitar que esta se fuera a enredar entre los palos y ramas que abundaban en esa playa. Pasaron quizá dos o tres minutos y la carpa era por fin dominada. Tomamos unas fotos y procedimos a liberarla. No la medimos ni la pesamos pero estimo que debió pesar al rededor de un kilo y medio.


Era la primera captura del día y por lo menos eso hacía que mi esperanza de lograr una carpa no se viera perdida.


Seguimos caminando por la orilla del bordo hasta casi darle una vuelta entera. Unos 100 metros antes de llegar al punto del cual habíamos partido, empezamos a ver carpas que se movían apenas por debajo de la superficie. Francisco me mostró una que coleaba y que parecía que sería una buena opción. Nuevamente hice algunos lanzamientos y por más cerca que les ponía la mosca, no lograba hacer que se interesaran en ella. Estábamos utilizando un Clouser Swimming Nymph # 8 en color negro y hackle grizzly.

 
Empezamos a ver varias carpas de forma que yo pude ocuparme de una y Francisco de otra de ellas. Segundos después, el lograba un ataque a su mosca pero no logró engancharla, a los pocos minutos tenia que enfrentarme a un nuevo problema; había logrado que una carpa se interesara en mi mosca pero no sabia reconocer el momento en que esta tomaba la mosca, supongo que más de una vez le quité la mosca de la boca pues con mi inexperiencia en el tema, no podía ser de otra forma.


Las cosas se complicaban demasiado y empezaba a desesperarme. Caminé unos metros más y nuevamente logré ver a otra carpa que nadaba a unos cuantos metros de la orilla. Lance la mosca lo mejor que pude y esta vez logré identificar un brusco cambio de dirección al momento de que la mosca estaba a solo unos centímetros del pez, y fue cuando recordé uno de los primeros consejos de Francisco: "Al menor movimiento extraño de la carpa, o cambio de dirección, estira la línea y si sientes una pequeña resistencia, es que la carpa ya trae la mosca en la boca y es cuando debes de clavarla."

 
¡Así lo hice y funcionó! Enseguida sentí la presión al final de la línea y pude ver el clásico revoloteo causado por el pez que trata de liberarse del anzuelo.

 

Una carrera corta pero con mucha fuerza me hizo recordar la forma en que pelean los júreles (Jacks) en el mar, una vez que has logrado acercarlos a la lancha; carreras cortas, con fuerza y tirando hacia el fondo. No cabe duda que la expresión que había visto en la cara de Francisco con aquella primera carpa, era la misma que seguramente tenía en mi rostro en esos momentos.

 

Fuerza y capacidad de pelea es lo único que podía opinar acerca de las carpas en ese momento. Francisco se acercó a mi y me dio algunas instrucciones de como pelearla, yo sentía que la carpa no estaba muy bien enganchada y no paso mucho tiempo para que Pancho me lo confirmara, en una de las veces que logré acercar la carpa a la orilla, ambos vimos que apenas iba prendida del labio superior. Eso no logró más que ponerme más nervioso, seguí pelando por unos minutos más hasta que logramos asegurar la captura.


58 centímetros y 2.2 Kg. fueron las lecturas de la cinta y báscula. Por fin tenía mi primera carpa pescada con mosca.

 

Bonefish de agua dulce

 

Que razón tenías Pancho...¡No pensé que pelearan de esa manera! fue lo único que pude expresar en ese momento. Un toque de manos al estilo de los deportistas que acaban de meter un gol o anotado una canasta, fue la forma de agradecer a Pancho el haberme permitido vivir la experiencia de pescar las carpas a la mosca.

 
Francisco, sacó otra carpa más de similares dimensiones a la que habíamos pescado al inicio del día y aunque ambos tuvimos algunos otros chances, ya no logramos capturar ninguna otra carpa.

 
Ahora no tengo duda de por que a las carpas las llaman el bonefish de agua dulce.

 

 

Por Carlos Godoy

 

cgodoy@flyfishing.com.mx

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